NIEVE DE ÉLITE
Sonia Sbolzani
Cuando se habla de la caída de las “vacaciones de esquí”, no se debe sólo a los caprichos de la nieve, hay otros factores a los que culpar. En realidad, el origen del fenómeno es estructural, y atañe a muchas causas interrelacionadas, desde el medio ambiente, a las económicas y de naturaleza social.
Por ejemplo, se preveía que en las próximas estaciones habría menos nieve, debido al calentamiento global, la temperatura media alcanzará cerca de dos grados más en 15 años (en el 2030 el número de días de nieve en nuestros Alpes se reducirá un 25%, aunque el calentamiento global sólo tendrá un pequeño efecto por encima de los 2000 metros).
Por tanto, han de realizarse las inversiones adecuadas para limitar el daño: desde lomas menos expuestas al sol hasta sistemas de transporte de gente a mayores altitudes, la mayor producción de nieve artificial y el cuidadoso mantenimiento de la nieve natural. El elevado coste de las vacaciones de esquí también debe ser tomado en consideración pues, junto al equipo y los pases de ascenso a las zonas de esquí, incluyendo los hoteles y restaurantes, estas vacaciones en la nieve son cada vez menos competitivas en comparación con otros tipos de vacaciones (especialmente en el extranjero). Además, una mayor expansión de las actividades de invierno parece no resultar, desde que el número de esquiadores europeos ha disminuido resulta extremadamente difícil atraer nuevos visitantes desde países lejanos (también porque son vacaciones para un corto periodo de tiempo). En los últimos años se ha hablado de Europa del Este como un área con mucho potencial de nuevos esquiadores, pero después se ha visto que incluso aunque pudiera haber un gran número de potenciales esquiadores, escogen otras estaciones de bajo coste.
La cuestión de la demografía no debe ser infravalorada. Nuestros esquiadores habituales se hacen mayores, e incluso si deciden seguir escogiendo las vacaciones en la montaña, esperarán mejor calidad de servicios: hoteles confortables, comida selecta, centros de ocio, spas, casinos, buenas tiendas, un entorno limpio, y oportunidades para pasear por la nieve. Por otro lado, la gente joven está cada vez menos interesada en los deportes tradicionales, prefiere otros como el snowboard o carving. Al mismo tiempo quieren más entretenimiento y atracciones sociales y culturales. Además, algunos han llegado a decir que nuestras estaciones de esquí debieran convertirse en parques de nieve (con tickets de entrada).
Además de los problemas en invierno por la falta de nieve, la pérdida de interés de las vacaciones en la montaña está también preocupando en verano, cuando la competición de los centros turísticos de mar (que tienen un importante atractivo por el conocido “tres s”, sun, sea, sex) parece imbatible.
Por eso, la cuestión crucial de la imagen tiene su impacto: primero debe comprenderse que el turismo alpino (particularmente en cuanto a la gente joven) ya no es tan atractivo como antes, y esta es la razón por la que lucha por ganar la atención en los mass media, para conseguir que su mensaje llegue a la gente. Sin embargo, parece que las montañas sólo ocupan un espacio cuando se trata de noticias preocupantes sobre accidentes esporádicos, nada que ver con la épica imagen del montañismo de la era Messner, que no podemos olvidar que era en cualquier caso un mago de los medios de comunicación. Por tanto, el uso efectivo de las herramientas de marketing podría ser una solución, en otras palabras, estas iniciativas (eventos, campañas publicitarias, promociones, etc...) que arrastran la atención de turistas potenciales (sería realmente terrible si el turismo de montaña, que aún tiene sus fans, terminase “como música y melodrama, donde sólo la música clásica cuenta, donde la música contemporánea es vista como música de fanáticos” como el periodista y historiador alpino Pietro Crivellaro afirmó).
Desde esta perspectiva, Ça va sans dire, muchas pequeñas estaciones de esquí tiene que realizar un cambio radical de estrategias si quieren sobrevivir, cerrando sus modestas instalaciones y centrándose en consolidar sus elementos más positivos: el paisaje, el entorno medioambiental, la cultura local y la hospitalidad del servicio.
Las ciudades de montaña que pueden ser competitivas son aquellas que son responsables y conscientes, a todos los niveles, desde la necesidad de equiparse y organizarse mejor, para ofrecer una calidad más alta de servicios, hasta un transporte más eficiente, y más paquetes “con todo incluido”, para mejorar su imagen y promoverla a través de nuevas vías, empezando por internet.
Muchas estaciones de esquí italianas están dirigiéndose en la dirección correcta y prueba de ello es que se han visto menos afectadas por la recesión, y están preparadas para atraer “grandes consumidores”, incluyendo extranjeros. Desde el momento que se prevé que las vacaciones de montaña vuelvan a convertirse en un turismo de élite, es imperativo centrarse en unos servicios de mayor nivel para un menor público, pero más rico, particularmente en las ya prestigiosas estaciones de esquí de los Dolomiti.
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