Esta entrevista refleja la
aventura de la imagen creadora que la artista prefiere: más
que lugares de verdad, Seppi construye momentos de poesía.
No es el tiempo el que pasa,
somos nosotros los que vamos a su encuentro.
En noviembre de 2001, el galerista Michele Caldarelli la invitó
a participar en la exposición Tempo & Tempo de Como.
¿Cómo percibe el pasar del tiempo? ¿Cuál
es el tiempo de un artista?
El artista tiende a perfeccionar y a descartar incesantemente
sus creaciones precarias, observa su nueva obra sin certezas
sobre su destino futuro. Juega con el tiempo, se apropia de
él, transforma el variopinto mundo de formas, colores
y sonidos que el espacio circunstante ofrece para construir
universos paralelos y acceder a los recovecos de la creación.
Percibo el pasar del tiempo cuando cae la oscuridad; entonces
escucho el silencio, pero me falta la luz del día. El
fin de la creatividad puede encontrar consuelo en la vida autónoma
que las obras ya producidas pueden seguir viviendo, independientemente
de sus autores. La creatividad encierra en sí nueva creatividad,
es estímulo y vibración que sólo se completa
en el instante del gozo.
En febrero de 2003, inauguraba usted en la Plaza Cesare
Battisti de Trento, su escultura “Fiore lunare”,
donada a la ciudad para conmemorar la poesía del poeta
local Marco Pola.
La obra la hice en memoria de Marco Pola, poeta y grabador
que hizo mucho por los artistas de la región en el siglo
XX, después de la guerra. Recuerdo cuando nos encontrábamos
en el Circolo del Cavallino Azzurro y él acostumbraba
escribir y dibujar en las mesas de piedra. En la escultura he
querido experimentar con el courtein, un nuevo material. Lo
que estalla arriba es la poesía; abajo, el hombre. Una
tensión que vive en la expresión que no desea
indicar ni describir; sólo declarar una presencia. Tendida
hacia lugares donde nos hablan las voces de dentro, cada una
de ellas sola con su propio universo de figuras, no una voz
sino pensamientos no expresados, concebidos y asimilados a lo
largo del tiempo, en la reflexión, donde nace la confianza
en la fantasía, una contribución de la ficción
estética, una posible y difícil oportunidad de
enamorarse siempre del presente. Ha sido una meta importante
que ha costado dos años de duro trabajo, yendo y viniendo
de Verona, sin escatimar esfuerzos ni dedicación, con
la serena voluntad de ofrecer a la colectividad, a mi gente,
un símbolo, un testimonio de aquella presencia siempre
viva en la historia de la región de Trento.
En la inauguración usted expresó agradecimiento
a los numerosos amigos de esta tierra de montaña y a
la voz de las montañas. ¿Qué le ha sugerido
esa voz?
Los recuerdos más significativos de mi vida se vinculan
a las montañas. Todas mis formas vienen de la montaña.
He interpretado la montaña a mi modo, como un personaje;
he combatido una batalla para entender a las montañas;
tenía que escalarlas, pisotear la tierra. Ya en la infancia
me encantaba recoger piedras extrañas, fósiles
que se encuentran en las Dolomitas de Ampezzo, como el megalodonte,
a menudo engastado en bancos macizos de rocas y en las capas
detríticas de la base de las paredes, testimonio de una
génesis aún tan viva y tangible. Me embelesaban
las imponentes agujas de las montañas de Trento, los
glaciares, los manantiales cristalinos. Cuando me encuentro
frente a una montaña, es ella la que domina, viva y misteriosa,
con todo el encanto de los colores de cada estación.
Todas las esculturas parten de la montaña, incluso “Fiore
lunare”.
¿A partir de qué necesidades expresivas elabora
un estudio sobre la luz? Recordamos entre sus obras “Prime
luci”, “Cronaca di un paesaggio”. ¿Qué
técnicas ha experimentado?
Nace de una necesidad totalmente interior de encontrar el
modo de exaltar las resonancias cromáticas interiores,
independizándolas y aislándolas de las condiciones
de la luz ambiental y recreando su alma. La luz penetra en los
elementos que nos rodean, los supera y va más allá;
es un recorrido no sólo visual sino también auditivo,
abarca toda la parte emocional, involucra todos los sentidos.
La necesidad de reproponer a través de la suma de refracciones
aquella claridad que he podido entrever entre los alerces, entre
los abetos con las ramas a contraluz, penetrar en el espacio,
las paredes, la roca a través de la luz, estructurar
con la luz las figuras. Siempre me ha interesado experimentar
todas las técnicas y materiales para poder profundizar
y enriquecer mi lenguaje artístico, desde la pintura
hasta el mosaico y la vidriera. En 1965 emprendí mis
primeros trabajos en metal, realizando bajorrelieves y técnicas
mixtas con aluminio y latón. A partir de los setenta,
empecé a dedicarme a las esculturas en acero inoxidable,
a los collages pulidos y coloridos, iluminados desde el interior,
y a la escultura en bronce. En “Fiore lunare” he
querido experimentar con el courtein, material que suele utilizarse
en la construcción. Me parece una aleación muy
interesante por su característico "desescamarse”
como la corteza de un árbol mientras no alcanza un estado
de estabilidad.
Usted siempre se ha mostrado atenta a las necesidades de
su ciudad. ¿Qué significa para usted el compromiso
artístico?
Compete al poeta, al artista, ahondar en el problema humano
bajo todas sus formas. En este sentido, la conducta de su espíritu
tiene una capacidad potencial de mutación del mundo.
Las montañas siguen dando el mensaje. Yo he tratado de
interpretarlo y transmitirlo.
Messaggio, 1969