El oso y la tradición
alpina, pero también el oso y la supervivencia del hombre
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Conforme a su
desarrollo social y cultural, a lo largo de la historia, las
poblaciones humanas han considerado al oso un animal nocivo
y peligroso, un enemigo del género humano y una amenaza
a nuestra supremacía sobre la naturaleza, hasta transformarlo
en auténtico icono de lo salvaje, siguiendo un tortuoso
camino al término del cual la especie pasó a
ser el emblema de una relación renovada entre hombre
y medio ambiente.
La relación hombre-oso ha ido sufriendo, pues, varios
cambios, desde la convivencia “forzada” hasta
el “exterminio”, con el avance de la tecnología
y la invención de las armas de fuego... Sólo
los profundos cambios socioeconómicos iniciados después
de la segunda guerra mundial y la consiguiente “metamorfosis
cultural” han
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permitido
comprender el valor del oso.
En este contexto, para evitar la extinción de la última
población autóctona de osos de los Alpes italianos
-confinada en la parte oriental de las Dolomitas de Brenta
(Trentino occidental) y reducida a no más de 3 ejemplares-
en 1996 comenzó una ambiciosa acción de salvaguarda
del plantígrado, respaldada con fondos LIFE de la Unión
Europea. El proyecto, denominado Life Ursus, fue promovido
por el Parque Natural Adamello Brenta y conducido en estrecha
colaboración con la Provincia Autónoma de Trento
y el Instituto Nacional de Fauna Selvática. Se basó
en la introducción de 10 ejemplares de Eslovenia en
el intento de reconstruir, a medio/largo plazo,una población
vital de osos |
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en los Alpes
Centrales. En el ámbito del proyecto se emprendieron
asimismo una serie de iniciativas útiles para favorecer
la evolución positiva de la reintroducción,
como campañas de sensibilización para los residentes,
la instrucción exhaustiva del personal encargado de
actividades de campo y la adecuación de las normas
de prevención e indemnización de daños.
Tal como se había previsto, los osos reintroducidos
se adaptaron de manera óptima a su nueva zona. Según
los datos de monitorización del Parque Natural Adamello
Brenta y de la Provincia Autónoma de Trento (organismo
legalmente encargado de la gestión de la especie en
el territorio provincial), se ha verificado un evidente aumento
numérico y una expansión territorial del núcleo
de plantígrados que ha vuelto a habitar la parte central
de los Alpes. En la actualidad, la población del Brenta
cuenta con más de 20 ejemplares, gracias a los 8 eventos
reproductivos ocurridos en los últimos 5 años
(un total de 20 cachorros nacidos en Trentino).
Si bien el éxito de la operación de reintroducción
es confirmado por la ampliación de las zonas con presencia
de osos -de hecho, la especie ya no está confinada
en Trentino occidental sino que se ha extendido tanto hacia
el norte como hacia el sur-, las exploraciones recientes de
algunos osos fuera del territorio italiano son prueba de las
dificultades de recolonización que los plantígrados
están teniendo en un hábitat “social”
y “político” aún no suficientemente
adecuado.
Como el futuro de los osos en la cadena alpina depende de
la posibilidad de conexión entre los núcleos
actualmente presentes en Trentino, Friuli, Austria y Eslovenia,
resulta prioritaria la búsqueda de formas de cooperación
adecuadas entre los organismos y gobiernos territorialmente
competentes que estén en condiciones de poner a punto
y compartir formas de convivencia sostenible, promoviendo
la aceptación y el sentido de responsabilidad especialmente
entre las poblaciones residentes.
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Por eso, es de esperar que se desarrolle una “cultura
del oso” incluso fuera de Trentino, donde los criterios
de conservación adoptados por el Parque Natural Adamello
Brenta y la Provincia Autónoma de Trento han llevado
a la población local a madurar formas de convivencia
ejemplares con el oso. En otras palabras, una toma de conciencia
de los factores ecológicos, culturales y legales
que convierten al plantígrado en una especie en todo
única.
En efecto, proteger al oso, una especie que se caracteriza
por sus grandes necesidades ecológicas y sus amplios
espacios vitales, significa, ante todo, salvaguardar la
biodiversidad del hábitat y, por lo tanto, defender
todo el ecosistema de montaña.
Pero la importancia del oso estriba sobre todo en lo que
el plantígrado representa para la historia, para
las tradiciones del hombre: su presencia en la cultura humana
tiene raíces antiguas y primordiales que se han ido
modificando con los desarrollos socioculturales hasta nuestros
días. El oso está junto al hombre desde los
albores de la civilización, como atestiguan las pinturas
rupestres de la Gruta Chauvet de Pont d’Arche, en
Francia, que datan de 10-12.000 años atrás,
y al oso se vinculan innumerables ritos, mitos y leyendas
que van desde la cultura helénica, céltica,
germánica hasta Beowulf y la Chanson de Roland. Paralelamente,
el plantígrado ocupa un puesto importante en las
fábulas antiguas, siguiendo un itinerario sin interrupción
que en los tiempos modernos lo transforma en dibujo animado
y juguete de peluche, antes de demostrar su valor simbólico
en ámbito publicitario. La extinción del oso
llevaría, pues, a un indudable empobrecimiento cultural,
a la desaparición de una pieza de la historia del
hombre, exactamente como ocurriría con la destrucción
de una obra de arte o un monumento.
A estos fundamentos éticos se suma, sin embargo,
otro motivo importante para proteger, salvaguardar y “garantizar
el estado de conservación” de una especie como
el oso: el contexto legal vigente. El oso pardo es una especie
particularmente importante a nivel europeo, como lo confirman
numerosas leyes y directivas comunitarias y nacionales destinadas
a proteger la biodiversidad. Como sabemos, las leyes no
son más que la expresión de la cultura del
hombre...
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Un valle con osos -no hay que ser poeta para entenderlo-
es más bonito que un valle sin osos. La supervivencia
de este magnífico personaje no constituye un simple
dato faunístico, sino que es leyenda, aventura, continuación
de una vida muy antigua, cesada la cual todos nos sentiremos
un poco más pobres y disminuidos
Dino Buzzati
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