A través del uso del arpa eólica, se ha hecho el intento de crear nuevos mapas sonoros para llegar a la conciencia auditiva del paisaje dolomítico. Han sido días intensos. Los excursionistas que, acompañados por un operador del Parque Natural Adamello Brenta, emprendieron el sendero "El soplo del Brenta" pudieron cimentarse en la escucha de los sonidos llevados por el viento, una "música para los ojos" sugerida por la naturaleza de estas montañas. Ver, tocar el paisaje a través de los sonidos significa repensar las facultades sensoriales, refundar foucaultianamente las técnicas de uno mismo dentro del esquema perceptivo, reapropiarse no de una identidad sino de una identidad de flujo, de una forma "de uno mismo", en variación con el paisaje circunstante.
Las arpas eólicas son "trampas perceptivas", ocasiones para ponerse a la escucha y redescubrir el placer del acorde entre las propias resonancias interiores y la armonía sonora del paisaje natural. La Naturaleza misma es un arpa eólica, un instrumento musical cuyos sonidos constituyen a su vez teclas de cuerdas superiores dentro de nosotros. Dejar pasar, manteniéndonos fieles a la inspiración; sumergirnos en la escucha significa sumergirnos en un mundo lejano, primordial, que sin embargo resuena en nosotros como si lo tuviéramos muy cerca, porque es nuestro origen y nuestra meta. Escuchar es una cosa magnética especial, una fuerza creativa.