Una escultora estonia sobre el sendero de las hadas de Crévoux, en los Altos Alpes

Nicolas Boldich

 

Los bosques estonios son una de las principales riquezas de este llano país del Mar Báltico, una riqueza económica, pero sobre todo simbólica. Allí se detiene el agua salada del mar y comienza el inmenso bosque, ondulante, laberíntico. El bosque estonio es un templo nacional, un santuario donde, según las creencias populares, reposan las almas de los ancestros que <<reencarnados>> en <<tamm>> (roble), <<vahtra>> (arces)...se entregan cada primavera a reverdecer, florecer, renacer.
El bosque estonio, desde siempre objeto de especial temor y veneración popular, se ha convertido, desde hace algunas décadas, en una apuesta ecológica, gracias a la población que está acostumbrada a vivir un intenso amor por la naturaleza; de una naturaleza elevada al nivel de icono.
Aunque los bosques de los Altos Alpes tienen una arquitectura diferente – inclinada y con largas diagonales de luz-, si los olores no son los mismos y además un corro de alerces sobre una pendiente del valle de Crévoux, en el departamento de los Altos Alpes, contrasta claramente con este bosque estonio en el que, especialmente en invierno, se yerguen los árboles hieráticos, como una barrera formada por las columnas de una nave sobre la que se apoya el peso de las nieves, aunque es cierto que éstas sean cada vez un poco más raras en estos últimos inviernos, la presencia de las hadas les aproxima desde un extremo al otro del continente europeo...
Comencemos por el alerce, este árbol de madera dulce cuyo nombre proviene de su miel, o al menos del contenido de sus ramas. En la región de Briançonnais, a algunas decenas de Kilómetros de Crévoux, esta miel fue en realidad la <<manna>>, una lluvia de luces y centelleos que desprendían  estas coníferas en lo alto de las montañas. La manna de los alerces figuraba en la lista canónica de “Maravillas del Delfinato”, maravillas que alcanzaban el número de siete, ni uno más ni uno menos. Si la región de Grenoble y de Trièves (al sur de l'Isère) poseían las seis primeras maravillas, tales como la Roche Perceé o el Mont Aiguille (donde algunos situaban en la Edad Media el Paraíso Terrestre) y quedaba, al sur del Delfinato, en particular en el Briançonnais, en esta tierra a caballo entre Piémont y el Reino de Francia, la séptima maravilla, la manna.
Muchos sabios, escritores, hombres de la iglesia, se interesaron por esta lluvia de luz que emanaba del bosque de alerce, lanzando las hipótesis más dispares, hasta que este sortilegio fue explicado en el siglo del positivismo. La manna de los alerces, de estos árboles de ramas blandas y danzantes, horquilladas, de grandes acículas, no era sino pequeñísimos granos blancos y viscosos fruto de la polinización de los racimos caducos del árbol por una especie de abeja migratoria. De mito se convirtió en fenómeno natural.
Van Gennep ha subrayado la riqueza del folklore del Delfinato al cual se consagró un importante estudio; las gentes de los Alpes disponían de largos inviernos para elaborar tesis inagotables sobre hombres-lobo, sortilegios, hadas, los cuales han contribuido a modelar estos paisajes. Podemos encontrar en los países bálticos y en Estonia en particular,  los hallazgos de numerosos estudiosos alemanes, finlandeses y soviéticos del folklore, que han recopilado datos de una excepcional riqueza de detalles. En este pequeño país, los hombres-lobo, las hadas, los diablillos, y los kobolds están especialmente activos, como se aprecia si se presta atención a los numerosos relatos, canciones y cuentos de la epopeya nacional, el Kalevipoeg, tapiz pacientemente tejido con la trama de innumerables cuentos. Así recogidos dibujan en su sucederse la épica silueta del alma estonia.
¡Vaya tierra de <<pamplinas>> y de <<chiflados>> que es esta Estonia! Igual que otros territorios alpinos, Saint Verain, punto culminante, por lo menos en lo que se refiere al hábitat humano, es un humilde lugar de conservación de arquitectura y de esculturas de madera, donde aún son  tallados soles y otros motivos primitivos con un estilo ingenuo, casi mágico; cuanto más altos son los valles y aislados, más poder tienen los sortilegios.
“El recorrido de las hadas” es como se llama la manifestación que tiene lugar cada año, desde hace tres, en el valle de Crévoux, entre el valle de la Durance y el de Ubaya, a algunos kilómetros de Embrun, y a poca distancia de Briançonnais y su manna.
Este festival al aire libre es una fuerte apuesta  en un encuadre rústico y natural, que cada año acoge a más y más visitantes (15000 el año anterior); entre espectáculo y pedagogía, los organizadores proponen , principalmente dirigido a los colegios, un nuevo acercamiento al arte contemporáneo. Las obras salen del enclave urbano para emplearse en  la naturaleza; una forma de matar dos pájaros de un tiro: revivir a la naturaleza con el arte y revitalizar el arte con la naturaleza.
El arte debe permitir mirar de una manera diferente un entorno que atravesamos  habitualmente como un decorado, por más bello que sea. De esta forma te invita a detenerte, admirar y descubrir los signos que corresponden a unos y otros a lo largo de los senderos de Crévoux.
Un gran espacio es ocupado por Land Art, como un escultura al aire libre, mientras que un deseo de multidisciplinariedad recorre las creaciones in situ del colectivo de artistas que trabajan durante el año, así como aquellos seis artistas invitados en esta ocasión (por un periodo superior a dos o tres semanas, del 5 al 28 de junio) Las instalaciones digitales interactivas sobre la comunidad de Crévoux completan las obras de los artistas que forman un recorrido de arte contemporáneo.
Mme Vahtrapuu, ciudadana estonia, ha sido seleccionada este año entre los seis artistas invitados, para el proyecto <<Rayure ronde>> concedido en colaboración con Helina Seljamäe.
Mme Vahtrapuu (<<acero>> en estonio) a desarrollado su carrera artística, no con los árboles del bosque, sino con los mástiles de los barcos, con una nave muy ligera, de velas de colores que debiera ser aún visible sobre la interminable playa de Pirita a Tallin, si el jurado la hubiese aceptado. Eso fue en 1980.
El velero, que debía simbolizar las regatas de las olimpiadas de 1980, las primeras y últimas olimpiadas soviéticas, desgraciadamnente nunca llegó a realizarse, quedó en el cuaderno de la artista. Los poderes políticos de la época encontraron esta escultura cinética polícroma demasiado audaz, demasiado ligera, invitando al viaje o incluso a la fuga...
Las velas y los mástiles han reaparecido en la obra gráfica de Mme Vahtrapuu, las telas tendidas, los trazos que transforman la tela en aparejos; metáfora de la ligereza y el movimiento, y del viaje. Le han valido un premio en Osaka, Japón. Los japoneses, sin duda, han sido sensibles a la belleza asiática de sus composiciones, en concreto de sus máscaras de madera surcada por líneas negras, que tienen la pureza y la gravedad de las máscaras chamánicas que vemos aparecer en una esquina del bosque. La madera también ha hecho aparición en sus obras en forma de paneles coloreados.
Los estonios son leñadores y marinos. No hay puerto donde no encontremos un marino estonio, decía Hemingway, muchos estonios han partido desde el mar, en dirección a las Américas, a Australia. Los leñadores, en cuanto a este tema, proveen del material que es la base de las casas tradicionales estonias, donde algunos individuos continúan todavía viviendo en el corazón de la capital de Tallinn. Doble polaridad terrestre y marítima del país. Doble polaridad que encontramos también en Mme Vahtrapuu que ha partido a menudo al mar, en  Freemantle, Noruega, o Tallinn o en otros sitios costeros, o bien trabaja sobre el elemento líquido, la arquitectura portuaria o la música de la lluvia, para después mostrar el arraigo a la tierra del interior estonio, en un paisaje pedregoso o poblado por árboles propiciatorios del Land Art. La música, el fluir, la ligereza, están omnipresentes, la madera también, las máscaras y el bosque, que pueden ser de árboles pero también los ruidos urbanos que ha introducido en ciertas instalaciones.
En esta ocasión, la artista ha tomado tierra con su proyecto <<Rayure ronde>>, sobre el humus del bosque original. Los troncos de los árboles han reemplazado los mástiles. Pero subrayando la estructura tubular de los árboles ella ha realizado construciones  mitad naturales mitad artificiales. Ha extraído esta idea de árbol-mástil de la imagen creada por un amigo artista-pintor, R. Boisbourdin que ha avanzado en el sentido inverso a aquel de Mme, de Francia a Estonia.
Las bandas de colores se hunden a lo largo de los troncos, mientras los árboles caídos subrayan por el contraste  la verticalidad de las columnas del santuario natural de la isla de Hiumaa; esta imagen redefine la visión precedente de Mme Vahtrapuu en la que podemos ver algo sobre el bosque Báltico, puede que sobre los ancestros del bosque, un bosque aún habitado por las fuerzas a un tiempo sobrenaturales y humanas.
Es este bosque el que se ha vestido de los trajes estonios, desde junio, en las pendientes de los valles de Crèvoux, junto con otro símbolos de los artistas invitados.
El traje folklórico que recubre los troncos de los árboles es de lino, un material que se exportaba en el pasado a Francia desde los puertos bálticos (Lubeck, Riga, Tallinn-Reval) de donde partían los barcos cargados de los productos de los suelos y los bosques de Livonie (país de Lives a caballo entre la actual Estonia y Lituania) o Courlande.
En el siglo de Luis XIV las rayas estaban de moda. Es Lübeck, al sur del Báltico, quien exportaba las telas de rayas en Estonia, donde servirán en el siglo XIX para la confección de vestidos de las gentes del campo. Cada parroquia tenía entonces su propio tipo de rayas, las rayas eran un signo de propiedad y de identidad, como se puede reconocer un árbol por los diseños de su corteza, de su tronco o de su albura, podríamos reconocer la procedencia de tal o cual persona estonia por las rayas de sus ropas. Nada se ha dejado al azar; incluso las tejedoras de rayas contaron sus propias historias en medio de los colores de los motivos, entre los que predomina uno llamado <<kiri>> (usado para escribir). Así iba la gente de los campos en una época en la que, bajo los embistes de los junckers alemanes, la población estonia era casi un patrimonio nobiliario.
El lino y las rayas han hecho el mismo recorrido que la propia historia de Estonia, este pueblo de  campo, tal como ellos se decían aún en el XIX, aún permanece, reencarnado en alerces sobre las pendientes del valle de Crévoux.

Estos son una parte de los signos folklóricos y europeos, naturales y mágicos, que eran legibles en este mes de junio, en el contexto del tercer recorrido de las hadas, en Crévoux, Altos Alpes.

 

Dirección del festival para las personas interesadas, especialmente los artistas:
Fate d’inverno, Champ Rond - 05200 Crévoux

Blog de Rémi Boisbourdin: http://nature-renversee.blogspot.com/

Site del proyecto <<Rayure ronde>>: http://aili.pri.ee/

  1. 1 .Aili Vahtrapuu - Rayures rondes, 2008
  2. 2. Aili Vahtrapuu - Rayures rondes, 2008
  3. 3. Aili Vahtrapuu - Rayures rondes, 2008
  4. 4. Rémi Boisbourdin - Jalgpalliga, 2008

 

 
 
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