LA BELLEZA DE LO MACABRO Sonia Sbolzani
Es curioso que en Val Rendena existan algunas de las más interesantes y renombradas representaciones de la danza macabra. Nos referimos, en particular, a los frescos pintados en la primera mitad del siglo XVI por Simone Baschenis (perteneciente a una notable familia de pintores itinerantes de Bérgamo) en el exterior de las fachadas de las iglesias de San Virgilio en Pinzolo y San Estéfano en Carisolo. Relativamente inusual en Italia, el tema de la danza macabra tiene sus orígenes en el siglo XIV, en Alemania, para difundirse, más tarde, en Francia y en la Península Ibérica (y desde allí, más tarde a algunos países de América Latina). Respecto al significado de este género en las artes visuales hay diversas interpretaciones, la primera de las cuales es, evidentemente, de carácter religioso: una lección de "memento mori", una invitación a la reflexión sobre la igualdad de todos ante la misma "guadaña", una llamada de atención y una exhortación a la humildad y la penitencia. Luego, hay quienes ven en la danza de la muerte una mordaz crítica contra la arrogancia, la degeneración, la excesiva opulencia de las clases privilegiadas. Igualmente, no faltan quienes ven un intento de exorcizar el final, dando entonces una explicación mágica, propiciatoria y divina. Otros creen, por último, que estas representaciones son una parodia de las procesiones y los espectáculos profanos que en el primer medievo estaban en auge y que tenían lugar en las iglesias y lugares de culto (se podría ver un paralelismo con el teatro títeres o, en parte, con la típica forma de la "gauratelle" napolitana.) La danza macabra, que ha inspirado tanta literatura y tanto arte en general (puede pensarse en los célebres versos de Lorenzo el Magnífico sobre la caducidad de la vida, o en los poemas de Totó dedicados a la muerte como un "estado", en las canciones de Angelo Branduardi comenzando con la bellísima "Ballo en fa diesis minore" dedicado a la danza macabra de Clusone (BG), en las grabaciones de Rethel, Billa, y Porter, por mencionar unos pocos), puede actuar, aún hoy, como un estímulo para la reflexión individual, la cual todos necesitamos para comprender qué lugar ocupa y a dónde se dirige. Luego, mientras admiramos las pinturas de Valle Rendena -con la muerte bailando cercana mientras se desarrolla la larga procesión de nobles y gente sencilla, viejos y jóvenes, laicos y religiosos, guerreros y trabajadores, que van a caer en las terribles garras de los despectivos esqueletos- no parece improcedente meditar sobre el fin... a diferencia de con una obtusa fiesta "de importación" como Halloween, que es una mera ocasión para pasar un buen rato. La belleza de lo macabro reside, quizá, en el hecho de que realmente podamos fortalecer el espíritu y darle una nueva motivación, ayudándonos a comprender mejor nuestra propia experiencia humana. En conclusión, la presencia en estos valles de tan notables danzas macabras no es sino el reflejo de la sensibilidad de sus gentes por el misterio divino, o incluso por la vida y la muerte, aquella danza eterna de espíritus que a todos, incluso a Cristo, le alcanza antes o después.
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