LOS MONTES PÁLIDOS

Carlo Signorini

 

El nombre “Dolomitas” es reciente, recibido en honor al investigador francés Dèodat de Dolomieu, el primer investigador que fue capaz, en 1789, de definir la composición de esta especial roca que forma estas montañas: bicarbonato de calcio y magnesio.
Su antiguo nombre era Montes Pálidos, definición dada por la palidez con la que comúnmente se presenta ante los observadores. Durante el crepúsculo de los días despejados, la blancura de la piedra toma un color rosa-violáceo (enrosadira), que transforma estas cumbres en un espectáculo natural único e inolvidable para el que lo vive. Los Montes Pálidos son apreciados en todo el mundo, hasta el punto de considerarse una de las  maravillas naturales del Planeta. Este hecho comporta también aspectos negativos: algunas especulaciones financieras desconsideradas, con el consiguiente aumento de la riqueza y de los precios, pero que tienden a intervenir sobre este medio ambiente de manera indiscriminada, comprometiendo su equilibrio natural.
Desgraciadamente, estos lugares han sido valorados exclusivamente por su belleza natural, lo que muchas veces lleva a la mera frivolidad...
Estos valles y estas montañas podrían explicarse también a través de muchísima historia, manifestando además un glorioso y épico pasado, hoy casi totalmente olvidado. El conocimiento de las propias raíces culturales representa una enorme riqueza, puede ser un modo diferente de atraer al turismo, dando valor al territorio sin deber alterarlo en su maravilloso conjunto.
Después de la Era Glacial, el lugar se presentaba cubierto por un espesísimo bosque que llegaba hasta el límite de los dos mil metros, desde aquí hasta cerca del inicio de las rocas del pico de la montaña, había una franja de verde pasto, donde en las estaciones cálidas abundaban las manadas de animales salvajes.  Fueron los cazadores nómadas de la prehistoria los primeros habitantes periódicos  de estas montañas.
En un posterior periodo antiguo, en la Edad de los Metales, descendieron del Norte de Europa poblaciones que conocían el trabajo en metal, eran los primeros de la cultura de los Reti y de los Celtas, mientras del Sur llegaban los Etruscos. Las primeras comunidades sedentarias establecidas en cotas altas fueron mineras, logrando asentarse incluso a dos mil metros de altitud. Sobre estas tierras elevadas surgieron varios reinos, cada uno con su propio nombre, lengua y cultura. No eran grandes reinos, quizá hoy día podrían representar comunidades, sin embargo eran muy poderosos, ya que poseían el conocimiento que les convertía en los dueños del metal, que en aquellos tiempos tenía un valor inestimable. Eran admirados y al mismo tiempo temidos porque los consideraban magos, conseguían acceder al interior de las minas, violando los secretos de la Madre Tierra. Eran también dueños del fuego, por eso sólo ellos conseguían extraer el metal de la piedra de mineral. Conocían la magia para convertir los metales en líquido y unirlos en la justa proporción, creando nuevas aleaciones más resistentes.
Para estos trabajos necesitaban grandísimas cantidades de leña, de la que se abastecían en los bosques circundantes. Con el paso del tiempo, la deforestación dio lugar a grandes claros de prado, donde más tarde se asentarían los pastores, posteriormente con sus cabañas (malgas).
No el oro, pero sí los metales en aleación dieron lugar al periodo de oro en los Montes Pálidos. Muchos de los lugares o personajes míticos obtuvieron el oro en su propio nombre: Aurona, Valle Laurina, Rey Laureano y tantos otros.
A menudo,  entre reinos había alianzas y guerras, ligadas a las necesidades de expansión, de dominio del territorio; algunos de estos son el reino de los Fanes, el reino de los Bedoyères, el reino de los Landrines, el de los Catubrènes, de los Lastojères,  de los Cajùtes y el de los Duranni.
En la fase más antigua de esta civilización se incluye el mito de Aurona, descrita como una ciudad construida por completo de oro y piedras preciosas. La leyenda cuenta que Aurona era una ciudad subterránea, cerrada al exterior por una gruesa puerta de metal. Sus habitantes eran mineros, habían hecho un pacto con los habitantes de la ultratumba: no saldrían más al exterior, viviendo por siempre en la oscuridad de la galería y, a cambio, recibirían una enorme cantidad de piedras preciosas, que se acumularían con el tiempo.
Las cosas cambiaron con el amor nacido entre un joven forastero y la hija del rey de los mineros. Después de muchas aventuras, el muchacho consiguió tirar el pesado portón y huir con la amada. Derribada la poderosa puerta de metal que se interponía, los habitantes de Aurona se encontraron por sorpresa ante la maravilla de la Naturaleza y bajo el esplendor del Sol. Arrastrados por el entusiasmo, abandonaron la galería y huyeron dispersándose por doquier.
Hay quien afirma que no se alejaron mucho de la montaña, algunos se refugiaron en los Alpes suizos, donde aún hoy se encuentran, vestidos de oscuro, como oscuros son sus ojos y sus corazones carentes de sentimientos hacia el destino humano, y todavía continúan acumulando riquezas, escondidas en secretos recovecos de instituciones bancarias; quizá sean solamente rumores...
Tras la fuga de los mineros, el reino de Aurona cayó totalmente en el abandono, tanto que se perdió de la memoria el lugar de acceso.
En la parte intermedia de la historia, nos encontramos entre la Edad de Bronce y la de Hierro, se incluye la saga de los Fanes y la guerra entre los pueblos de los Dolomitas. Han sido descritos relatos de personajes con grandes poderes mágicos, como Spina de Mul y su hermana Tsicuta. El primero era, seguramente, un chamán que se presentaba cubierto por una piel de mulo, medio esqueleto y medio vivo. Sólo la figura del chamán posee la facultad de conseguir realizar viajes astrales, para entrar en contacto con el reino de los muertos y de nuevo volver al reino de los vivos. El personaje Spina de Mul, medio esqueleto, medio vivo, encarna literalmente esta concepción.
La figura femenina de su hermana Tsicuta, representa el testimonio arcaico de la religión femenina, precedente a la masculina, ligada al culto de la Gran Dea o Madre Dea. Esta mujer de desagradable aspecto pero no totalmente maligno, representa aún la figura de la Befana que envía regalos (en gran parte comestibles) a las personas que los merecen.
La leyenda del rey Laureano y del grupo del Rosengarten, debe considerarse de una época más reciente: medievo-renacimiento. Con ésta se cierra la antigua épica saga que gira sobre los Montes Pálidos; relato de la valerosa lucha del rey Laureano, que combate en defensa del propio reino subterráneo contra la perfidia de los hombres, finalmente vencido por la maldad humana, se encierra en su reino excavado para no salir nunca más. La más antigua saga de los Fanes concluye con la fuga subterránea de los Príncipes  y de las supersticiones, en espera del momento en el que cese la avidez humana.
En un lugar muy lejano de éste, el mito de Eldorado no se ha olvidado y aun hay quien sigue haciendo investigaciones, sin embargo, para nosotros Aurona ha caído en el olvido y se ha abandonado por completo.
Se podría buscar en los archivos arqueológicos, interpretar el significado de ciertos topónimos, tratando de avalar el fundamento de algunos hechos recogidos en las antiguas leyendas, para intentar reconstruir la historia de los pueblos antiguos, que han habitado en estas montañas, porque ésta historia es de todos y una de las riquezas que hacen a los Montes Pálidos aún más fascinantes.

 

CARLO SIGNORINI
herborista
signorini.carlo@yahoo.it

BRICIOLE editado en el 2006
IL VECCHIO QUI PARLAVA AL VENTO editorial Don Chisciotte, 2007
LEGGENDE DELLE DOLOMITI editorial Don Chisciotte, 2008
ERBE E PIANTE MEDICINALI de. Don Chisciotte 2008
LEGGENDE DEL TRENTINO de. Monte Baldo 2009

 
 
 
 
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