EDITORIAL

El paisaje comienza con las palabras: el sentimiento de sus pobladores en el tiempo. El paisaje comienza a revivir cuando yo comienzo a “leerlo” con las palabras del suelo (los topónimos), que sus habitantes fueron escribiendo sobre él a lo largo del tiempo. El mapa que nuestra revista intenta delinear desde su nacimiento es un apoyo lingüístico imprescindible para leer y disfrutar del paisaje diseñado con el tiempo: una forma sincrónica de interpretar toda la ecología, la historia, la evolución, la transformación...
El paisaje es el producto de varios factores: los cincos sentidos proyectados en él por el ser humano; los seres vivos; los agentes naturales; el progreso; la acción del tiempo. Pero, sobre todo, es el hombre el que modifica el paisaje. Pues el paisaje no es inmutable, ni pasivo; es estético, pero no es estático. Es activo, dinámico, cambiante, progresivo. Es el producto, nunca la suma, del pasado, del presente y del proyecto. La función creativa y recreativa de quien contempla el paisaje ha de ser siempre, y en consecuencia, crítica: hemos de observar cómo es ese paisaje concreto, para qué sirve, qué puede producir, cómo lo podemos explotar, qué cuidados exige para conservarlo, cómo se irá transformando sin depredarlo, sin contaminarlo, proyectándolo hacia el futuro.
Por lo tanto, la función de nuestra Eco, no puede ser otra que la reflexión individual y de grupo para vivir sobre el paisaje de forma racional y sostenible.

 
   
 
 
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