TIEMPO Y ESPACIO EN LOS ALTOS TATRAS


DESPUÉS DE LA CLAUSURA OFICIAL DE LA TEMPORADA DE INVIERNO

 

Paweł Grocholski

 

El problema del tiempo y del espacio ha sido ignorado por los filósofos contemporáneos. Los pensadores anglosajones lo han vendido a los biólogos y a los físicos, mientras que los maximalistas continentales se han centrado, con su típica arrogancia, en cuestiones totalmente diferentes. Sin embargo, la dimensión espacio-tiempo constituye un problema fundamental para cualquier alpinista. En primer lugar, es necesario estar en la montaña, ya que el espacio y el tiempo de la ciudad te excluyen del círculo de los escaladores. En segundo lugar, cuando estás en la montaña, el tiempo y el espacio deciden caprichosamente el destino de tus intenciones, a veces, como una especie de deidad benigna o maligna. Por tanto, cabe preguntarse qué son el espacio y el tiempo, ya que alcanzan límites muy prácticos. (...) La temporada de invierno ha terminado a principios de marzo. Los turistas se han marchado y, en su lugar, ha quedado la nieve. Este año ha caído en abundancia. La única región de los Tatras que se encuentra a salvo de las avalanchas es Kasprowy Wierch, desde donde se pueden contemplar los picos blancos e inaccesibles. Por fin han llegado los días soleados y las condiciones adecuadas para esquiar y escalar montañas. Hasta este punto, aparece el primer problema: ¿el tiempo pasa? Y si pasa, ¿en qué dirección va? ¿Del pasado al futuro o del futuro al pasado? Presentada de este modo, la pregunta puede parecer artificial o anticuada, pero si decimos que «por fin han llegado los días soleados», presuponemos que el tiempo pasa, y que fluye en nuestra dirección. Tal argumento es peligroso, o cuando menos triste, ya que está impregnado de determinismo. Los acontecimientos futuros existen en algún lugar del espacio-tiempo y lo único que podemos hacer es esperar a que ocurran, como los días soleados y las condiciones adecuadas para la escalada. Esto significa que las rutas glaciares que recorreremos durante la próxima temporada ya han sido recorridas y están a la espera de ocurrir aplazadas en nuestra memoria. Es mejor pensar, en cambio, que pasamos junto con el tiempo, que somos nosotros los artífices de los acontecimientos futuros. Por desgracia, sigue funcionando la preocupante costumbre lingüística que nos hace hablar de «una tormenta que viene» o de «un día que se avecina». Esto podría significar que, después de haber acumulado una infinidad de experiencias humanas, se haya creado una forma de pensar, que se refleja en el lenguaje, según el cual el tiempo fluye hacia nosotros. Pero esto no cambia el hecho de que tal visión de las cosas esté en contradicción con nuestra intuición. Por lo tanto, merece la pena reflexionar mejor sobre la hipótesis de que el tiempo fluye junto con nosotros y no hacia nosotros. Los filósofos de la Antigüedad ya habían inventado una serie de paradojas sobre este tema. El tiempo no puede existir, ya que no existe ninguna de las partes que lo componen, ni tampoco el momento presente puede existir, ya que no posee una duración propia. Además, somos incapaces de determinar cuándo termina el momento presente: sin duda, no acaba en el presente, que existe mientras que existe, ni en el momento siguiente, ya que en el momento presente no hay momentos posteriores, ni mucho menos en el momento anterior, ya que entonces la realidad debería desaparecer. Solo podemos añadir que esta imposibilidad de definir el tiempo agradaba a los escépticos de la antigüedad.
Por desgracia, el escepticismo no proporciona una respuesta concreta al problema que nos interesa, es decir, cómo superar el miedo al espacio y al tiempo. ¿Por qué después de una escalada, cuando nos espera un descenso difícil, el sol se pone tan rápidamente que ni siquiera nos da tiempo a guardar el equipo, mientras que la luna se levanta tan lentamente que corremos el riesgo de perdernos? Al final, el camino hasta el refugio que hemos encontramos con dificultades se alarga hasta el infinito y el valle se hincha y se convierte en espacio puro. ¿Podemos definirlo? Los optimistas sostienen que las definiciones adecuadas nos permiten dominar las cosas. ¡Qué perspectiva tan tentadora y qué ansia de poder! Pero, cómo responder a preguntas tales como: ¿el espacio es real o sólo una invención de la mente? ¿Es un objeto compuesto por puntos o por objetos inmersos en su interior, o bien es única y exclusivamente una relación entre los objetos? O, incluso, el espacio es finito. Si es así, ¿dónde termina?
Durante el entretiempo, he empezado a trabajar en un refugio eslovaco que se encuentra en las montañas, en la Dolina Staroleśna. El tiempo para las clases de esquí ha terminado. También ha acabado la temporada de escalada y de esquí. Hay nieve por todas partes, los glaciares no se han fundido, pero la gente de la ciudad piensa que ya es primavera y por eso ha perdido el interés por la montaña. Inmerso en un espacio blanco, tengo tiempo. Gracias a la niebla, cada vez tengo más tiempo, mientras que el espacio desaparece o se reduce a unos pocos metros alrededor del refugio.

Para Kant, el tiempo y el espacio no son una propiedad de las cosas, sino una propiedad de los individuos. Para que una cosa exista (para nosotros), tenemos que situarla en el tiempo y el espacio. Esta asombrosa teoría explica por lo menos algunos de nuestros problemas relacionados con el espacio-tiempo. Nos obliga igualmente a reconocer que somos nosotros los responsables de las dificultades que encontramos en las montañas. Kant considera que el tiempo no se deriva de la experiencia, sino que es la condición de cualquier experiencia; por otra parte, el espacio no es un objeto, sino una condición para que un objeto exista. Del mismo modo, el tiempo no es algo que podamos conocer por experiencia, todas las cosas existen en el tiempo. La teoría de Kant es fascinante y es fácil de asimilar cuando se está mucho tiempo en la montaña con mal tiempo: no sabemos qué aspecto tienen las montañas, pero sabemos que existen, y cada vez que se asoman por el horizonte nos ofrecen una experiencia extraordinaria.
 
   
 
 
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