Benecchi concebía el alpinismo militante como proyección vital de su espíritu pudoroso, sin ilusiones ni veleidades heroicas, al margen de la competición y los debates académicos. La grandeza de este hombre de los Alpes radicaba también en su humildad, en el esfuerzo y la consciencia melancólica pero vital del entorno exterior, que derivaban de su percepción del “desafío”, es decir, de su limitación humana frente al Universo y su belleza divina.
Por tanto, si alguien, al leer ahora sus escritos dedicados al encanto de las cumbres, los encuentra demasiado enfáticos, ha de tener en cuenta que este estilo sonaba, en realidad, espontáneo y adecuado a la sensibilidad y el ánimo de un sabio entusiasta de la vida activa y de refinada discreción.


 

 

Tras la escalada

¡He llegado a la cumbre!
Durante horas
he luchado contra el hielo del granito,
con la obsesión del vacío,
con el miedo.
¡He llegado a la cumbre!
Y mi mirada pasea
por mil pináculos y agujas
más allá de donde alcanza la vista,
se yerguen,
por encima de los velos tenues de las nubes,
como lanzados hacia el cielo.
¡He llegado a la cumbre!
Y, finalmente,
en el frío silencio de la mañana,
bajo la inmaculada
extensión azul por encima de mi cabeza,
arrodillado sobre la desnuda piedra,
tiendo los brazos
que todavía tiemblan de cansancio
y hablo a solas
¡con Dios!

 

 

 

La vetta
Valeria Pontoglio

 

Viejo Edelweiss

 Dulce flor de los Alpes, estrella
alpina
que vuelvo a ver entre las hojas de un
cuaderno
con la cabeza rota sobre el hielo,
como absorbida ya por el sueño
eterno.
Con la corola como una aureola
blanca
de pétalos lanosos y abandonados
parece que te demores,
dolorosa y cansada,
entre esos folios amarillos desplegados.Te miro y pienso en las
montañas, el viento
de las cimas nevadas de los
glaciares,
en el cielo terso de una gran vaguada:
y en el corazón su reflejo amargo
siento,
gélido como el hielo de los neveros,
por mi juventud ya pasada…

 

   
 
 
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