La tecnología produce sistemas cada vez más amplios, dispersos en el espacio, sin límites precisos, y que en muchos casos son evolutivos y están interconectados con otros sistemas, tanto naturales como artificiales. Por esa razón, en la cultura del habitat no se puede evitar tener presente la influencia de los medios y de su control del conocimiento.
Wounds and absent Kapoor
Ski Mirror Anish Kapoor
Ski Mirror Anish Kapoor
|
|
Se sabe quien fue el responsable de la difusión del término: William Gibson, que hizo uso de él en su novela Neuromante. “Ciberespacio: una alucinación vivida cada día de común acuerdo por miles de millones de operadores legales, en todas las naciones, por niños a quienes se enseñan los conceptos matemáticos... Una representación gráfica de datos obtenidos en los bancos de cada ordenador del sistema humano. Una complejidad impensable. Líneas de luz alineadas en el no-espacio de la mente, cúmulos y constelaciones de datos. Como las luces de una ciudad, que se alejan”.
No vamos a detenernos ahora en la utilidad y las anticipaciones de la ciencia ficción como sociología del futuro. El término en cuestión ha tenido fortuna, mucha fortuna. Ha sido utilizado por estudiosos de varios campos (de la ingeniería a la sociología pasando por la filosofía y la psicología) para describir la realidad emergente de las nuevas tecnologías digitales y reticulares. Este uso difuso ha contribuido a forjar un nuevo lugar común, un lugar en que una sociedad se encuentra. Como todo lugar común, ha acabado por perder valor específico para presentarse como una especie de sombrilla que cubre diversas tecnologías y sus diversos usos y abusos. ¿Qué entendemos entonces por ciberespacio?
Más allá de los acervos tecnológicos de que disponemos actualmente, entendemos por ciberespacio el conjunto de relaciones comunicativas, y por tanto corpóreas, cuyo medio son las tecnologías disponibles en la era de la digitalización y de las redes telemáticas. Esto significa que utilizamos el término para describir el campo tensional de relaciones en el que vivimos cotidianamente inmersos. Como todo campo, el ciberespacio no existe en calidad de contenedor vacío, independientemente de los vectores de fuerza que lo estructuran y que reciben su influencia. El ciberespacio, en este sentido, representa el escenario postmetropolitano de nuestro actuar social. Gibson hace una referencia a las luces de la ciudad, una referencia perspicua.
En esto reside su validez interpretativa. Con ese término se ofrece una imagen condensada, no de un instrumento, como sucede todavía cuando se usan términos como nuevas tecnologías (nuevos medios de comunicación), internet, web, sino de un ambiente en el que se puede habitar. La metáfora espacial no es sólo una metáfora, sino que afirma inmediatamente una connotación distinta y más densa del discurso. Como espacio vivible, los medios de comunicación, no son cuerpos ajenos a nuestras circunstancias cotidianas, sino fragmentos de mundo que nos permiten estar en el mundo, construir los mundos de nuestra vida. No es casualidad que los últimos progresos en el ámbito de las tecnologías electrónicas estén ligados a la pulverización y distribución de tecnología en nuestras viviendas (del ubiquitous computing a internet zero). Se llega así a hacer de nuestra metáfora una descripción literal de la realidad que experimentamos en modos que pasan cada vez más inadvertidos.
El texto de Gibson ofrece otros puntos de interés. Entre ellos, subrayamos la idea de un ciberespacio que no puede reducirse a una lógica dominante: la alucinación no es inducida desde un centro, no viene de un Palmer Eldritch, como en la novela de Philip K. Dick, sino que se vive de común acuerdo; los datos constituyen una complejidad impensable, es decir, que no puede reducirse a un único concepto, que no se deja aferrar. Somos nosotros, los cowboys de la consola, quienes hacemos inestables el orden al que tiende la cifra. El ciberespacio es contingente, es el resultado de una serie no lineal de contactos, de conexiones. Su existencia no tiene fundamentos que la garanticen; es sólo la práctica constante de la libertad y de la responsabilidad de elección la que permite a esta nueva dimensión del habitat surgir y consolidarse, constituirse en casa. Una casa sin paredes que prohíban el paso, ni puertas que forzar, pero con la perturbación constante del tránsito de alteridades, de nosotros mismos en cuanto otros. Una casa en continua metamorfosis.
Esa dimensión cotidiana y habitable del ciberespacio, y su simultánea irreductibilidad a una lógica de dominio garantizan que esta empresa tecno-científica no suponga la apertura de una nueva frontera que colonizar. La frontera ha marcado el imaginario americano, de la conquista de su territorio (el mito del Lejano Oeste) a la del espacio extraterrestre (las misiones espaciales). Seguramente el espíritu de la frontera ha jugado un papel decisivo en el arranque del ciberespacio, ha actuado como condición indispensable para su nacimiento: el ciberespacio ha sido la apertura de una nueva frontera, de un nuevo ambiente. Pero su carácter virtual impide su colonización: el ciberespacio no es una utopía que ha venido a reemplazar el cosmismo (mito progresista de la conquista de las estrellas por parte de la humanidad, capaz de unificar el espíritu capitalista y el comunista). La posibilidad cotidiana de introducir los contenidos propios y descargar los de los demás (con eMule, por ejemplo) impide pensar en el ciberespacio como utopia. El ciberespacio es la apertura de una ubicuidad fluctuante en nuestro aquí cotidiano.
|